Creo que no solamente vivimos en un mundo de egoistas si no que, nos hemos convertido en egoistas, egocentricos y malvados… casi. Pero antes déjenme elaborar un poco el tema para mostrarles a qué me refiero con esto.
Primero pongamos todo en contexto.
El egoísmo lo definen algunos como la actitud excesiva de amor propio, en otras palabras las personas que se quieren demasiado a sí mismos y no les importan los demás. Las raíces del egoísmo provienen del latín ego, que significa “yo” al cual se agrega el sufijo “-ismo” que significa actitud o movimiento. Juntos forman una palabra cuyo significativo sería la actitud del yo o creo que sería más prudente decir la Actitud centrada en el Yo. Se comporta, segun decía una frase que escuche en mi infancia, como el número 111 empieza con uno, sigue con uno, hasta que termina con uno, Yo – Yo – Yo.
Mmm… es debatible pero creo que todo lo que hacemos, lo hacemos únicamente para beneficiarnos a nosotros mismos, para satisfacer nuestro ego o cubrir nuestras necesidades, en otras palabras, todos somos egoístas.
Algunos se estarán pensando que ”no todos somos iguales”, “yo no soy egoísta” y estoy completamente de acuerdo y al mismo tiempo en desacuerdo respecto a ello. Dejenme explicarles a que me refiero, considero que en cierta forma el egoísmo es un comportamiento innato del ser humano, es la necesidad de sobrevivir la que nos convierte en personas centradas en el yo. A pesar que en la actualidad no tenemos las mismas necesidades de supervivencia que nuestros antepasados todavía conservamos este tipo de comportamientos.
Una sociedad que nos obliga a competir.
Desde niños nos vemos bombardeados con el hecho de competir. Cuando estamos en la escuela nos exigen ser mejores que el otro que se encuentra a nuestro lado, tener mejores notas, ser mejores atletas, convertirse en el o la más popular, etc. En nuestra casa nuestros padres se decepcionan cuando no obtenemos las mejores calificaciones y nos exigen mejorarlas no importando lo que tengamos que hacer. Debemos ser los mejores aunque ello conlleve ver a nuestros compañeros, nuestros amigos, primos y hasta hermanos como rivales a quien debemos vencer.
Esos ambientes hostiles en los que crecemos nos convierten cada día en alguien más competitivo, y por ende, cuando logramos ser mejores que los demás alimenta nuestro ego y nos acostumbramos a llevar una vida en la que importa más los logros personales que las relaciones humanas. Así mismo, ni siquiera nos damos cuenta cómo llegamos a desarrollar estas actitudes y comportamientos. Nos enfocamos tanto con el competir que incluso lo hacemos hasta con nosotros mismos y al hacerlo se nos olvida que lo que está y quienes están a nuestro alrededor, que también es importante, sino lo más importante..
Una vez que nos incorporamos a la sociedad y nos convertimos en adultos es cuando nos vemos en la obligación de convertirnos en egoístas. El consumismo, el materialismo, la codicia, la ambición desmedida, la necesidad de sobresalir y otras muchas razones nos convierte en egocéntricos. Somos frívolos viviendo en una burbuja con reglas que dicta nuestra sociedad para poder encajar. Desgraciadamente, debido a la necesidad de figurar se nos olvidan los valores morales, la ética, se nos olvida ser amables con nuestros semejantes, ser agradecidos o simplemente ser felices.
Buscamos la felicidad en las cosas materiales creyendo erróneamente que son estas las que llenarán los huecos en nuestros corazones que en muchos de nosotros son tan profundos parecerian ser infinitos. Estamos criando a nuestros hijos con la idea de que proveyéndoles de todas las cosas materiales será suficiente para asegurarles su futuro. Creemos que comprandoles los equipos más recientes de alta tecnología serán suficientes para ser felices. Les damos los celulares o las tablets a los niños para que no lloren o nos molesten porque estamos muy ocupados, o no podemos perder tiempo con ellos.
Pasamos el tiempo en redes sociales para alimentar nuestro ego. Vemos videos, leemos libros de crecimiento personal o asistimos a la iglesia para ser mejores, pero poco tiempo después se nos olvida cuál era el objetivo original por el cual nos acercamos a ello. Vemos en la televisión o en la internet todos los actos barbáricos que se suceden alrededor del mundo pero no nos ponemos a pensar que sus protagonistas también son seres humanos, tienen familias, amigos, tienen sentimientos al igual que nosotros pero no nos importa porque no nos afecta directamente. Nos dedicamos a ofender a quienes no piensan como nosotros ya que consideramos que nuestra forma de pensar es la única verdad que existe.
Con el egoísmo llegan otros factores adversos a nuestra humanidad, la envidia, el deseo de poder, la avaricia, la necesidad de imponer nuestras opiniones etc. Son factores que giran alrededor de nuestros egos.
Por el egoísmo se han desatado incontables causales que han provocado grandes sufrimientos a la humanidad. Por el egoísmo nos alejamos de muchas personas importantes, la familia, los amigos, las parejas. Por el egoísmo se han desatado guerras para apoderarse de los recursos naturales de otros países como las guerras por pieles de animales exóticos, minerales raros o piedras preciosas, conquistar territorios o simplemente porque las acciones, actitudes y comportamientos de los otros van en contra de nuestro ego, por egoísmo se han dado atrocidades como la santa inquisición, las guerras mundiales y muchos más. Por el egoísmo se creó la esclavitud. Por el egoísmo se han creado los fanáticos. Por egoísmo agredimos, humillamos y hasta hemos llegado a matar a nuestros semejantes, inventando excusas para validar nuestras acciones más perversas.
Por el egoísmo… mejor no sigo, creo que he aclarado un poco mi punto de vista, mejor les cuento una anécdota.
Anécdota.
Hace muchos años, cuando era estudiante, un amigo me invitó a su casa a compartir con su familia, su mamá estaba de cumpleaños y me invitaron a celebrar con ellos. La cumpleañera, mi amigo, su papá y sus dos hermanas nos sentamos en la mesa a compartir una deliciosa cena. Mi amigo estaba sentado cerca de sus papás, frente a él se encontraba sentada su hermana mayor y su hermana menor estaba un poco más alejada. Para poder servirnos debíamos pasar entre nosotros los diferentes platillos. Mientras comíamos algo llamó mi atención, algo no encajaba en los comportamientos de mi amigo, cada vez que pedía un platillo o algo que se encontraba cerca de su hermana menor no se dirigía a ella directamente, se lo pedía a la persona que se encontraba al lado aunque a ella le fuera más difícil tomarlas y así continuó hasta que terminamos de comer.
Luego de la cena vi un momento oportuno y me acerque a preguntarle a mi amigo acerca de sus acciones en la mesa, me contó que desde “hacía 2 años de no hablaba a su hermana menor”, cuando quería dirigirse a ella le hablaba a alguien que se encontraba cerca pero no a ella directamente, no importaba si era en fiestas familiares, navidad o cualquier celebración, el simplemente no le dirijia la palabra.
Para mi fue algo sorprendente, nunca antes en mi vida había escuchado algo así, no podía entender cómo dos personas de la misma familia, compartiendo la misma sangre, viviendo en la misma casa podrían comportarse de esa manera. Lo más sorprendente fue que unos meses después en una ocasión que visite por primera vez la casa de otra amiga sucedió lo mismo, me di cuenta que ella tampoco le hablaba a su hermana menor hacía más de 6 años y también vivían en la misma casa.
Retomando el tema original. Para entender la problematico creo que sería importante preguntarnos ¿Y la culpa es toda nuestra?
Según pienso yo, Sí y No,. Es cierto que todos buscamos lo mejor para nosotros mismos y eso no es necesariamente malo, pero llevado a los excesos se convierten en factores que impactan de forma negativa en nuestro ser. Es gracias a estos comportamientos que todavía existimos, si nuestros ancestros no hubieran actuado de esa forma, la humanidad habría desaparecido hace miles de años. Eso sí, en muchas ocasiones somos culpables de dejarnos llevar por las circunstancias y tratar siempre de satisfacer nuestros egos.
Entonces, ¿Ser egoístas es completamente malo?
Yo creo que no, más bien ciertos niveles de egoísmo son necesarios para poder salir adelante, pero debemos evitar que estos afecten las relaciones con nuestros semejantes, hay que saber identificar los límites y estar pendientes de no cruzarlos.
Como mencione anteriormente la sociedad nos obliga a competir, yo creo que deberíamos de sustituir esa palabra por compartir. Agradecer lo que tenemos pero también trabajar para lograr beneficio personal, generar riqueza, compartir en sociedad, sobresalir. En fin, hacer todo lo que uno desee, pero nunca debemos olvidar nuestros valores morales, no debemos permitir que sea nuestro ego el que maneje nuestras actitudes y acciones.
Debemos intentar, en cada momento de nuestras vidas, ser mejores seres humanos para con nosotros mismos y nuestros semejantes.